“Aún existen brechas importantes en acceso y calidad de suministro para que todos seamos beneficiados por el desarrollo que la tecnología entrega. También nos enfrentamos a nuevos desafíos, provocados en gran medida por el uso intensivo de combustibles fósiles”, destaca Jessica Miranda, jefa de Educación y Capacitación de la Agencia de Sostenibilidad Energética.
El marco regulador de la nueva Ley de Eficiencia Energética –aún en tramitación en el Congreso– tiene entre sus objetivos promover la gestión de energía en grandes consumidores como las empresas mineras, cementeras y forestales, así como la industria agrícola y química, entre otras, por lo que las proyecciones para la implementación de este proyecto apuntan a un menor consumo energético de 5,5% a 2030 y de 7% a 2035, lo que equivale a cerca de US$2.400 y US$3.500 millones.
Aunque el ahorro asociado es un gran incentivo para implementar un Sistema de Gestión de Energía (SGE), las empresas energointensivas chilenas están todavía en una etapa de desarrollo incipiente en esta materia. “Las grandes industrias presentan avances dispares entre sí. La mayor parte ha desarrollado proyectos aislados de Eficiencia Energética, sin poder darle alta prioridad a la gestión de energía”, afirma Héctor Arellano, gerente comercial de Efizity, empresa experta en gestión energética.
Según el ejecutivo, la nueva ley exigirá a las empresas con altos consumos de energía implementar un sistema bajo una norma (ISO 50001) que dé soporte a sus actividades de gestión de energía. “Esto irá de la mano con el nombramiento de un encargado de dicha gestión, quien definirá objetivos, metas e indicadores de cumplimiento. Además, estas empresas deberán informar a la Superintendencia de Electricidad y Combustibles del performance de sus planes anualmente”, dice Arellano.
Se espera que esta ley sea promulgada el año 2019, junto con su reglamento asociado, por lo que las empresas podrían entregar el primer informe a finales del 2020.
Para este tipo de empresas (mineras, celulosa, cementos, químicas, agroindustrias, etc.) es factible pensar en metas de ahorro realistas dentro del rango de 5% a un 10% de su consumo energético actual. “No obstante, algunos de nuestros clientes han logrado un ahorro mayor”, precisa Arellano sobre el potencial de ahorro asociado.
Según los expertos, en Chile existe experiencia relevante acerca del aporte de las distintas tecnologías de mejoras que se pueden aplicar y de las metodologías de gestión asociadas, como recambios tecnológicos, control automático de procesos y mejoras en contratos de suministro, entre otros.
Entre los pasos a seguir durante los próximos dos años, es prioritario para las empresas diseñar e implementar un sistema de gestión de energía. Esto requiere realizar inicialmente un análisis de diagnóstico que identifique y cuantifique las brechas que la empresa posee hoy para llegar a tener un sistema a futuro.
Capital humano en la transición energética
Hoy en día el cambio tecnológico nos sorprende cada día, nuevas aplicaciones, mayor automatización, la transición hacia una matriz más limpia, innovaciones que ayudan a mejorar la calidad de vida de muchos, mas no de todos.
“Aún existen brechas importantes en acceso y calidad de suministro para que todos seamos beneficiados por el desarrollo que la tecnología entrega. También nos enfrentamos a nuevos desafíos, provocados en gran medida por el uso intensivo de combustibles fósiles”, destaca Jessica Miranda, jefa de Educación y Capacitación de la Agencia de Sostenibilidad Energética.
En este escenario, el cambio climático producto de un calentamiento global acelerado, señala plazos límite que hace que todos los esfuerzos de la sociedad deban orientarse decididamente hacia la descarbonización de la matriz, al cambio de hábitos, a la definición de políticas públicas más decididas, junto a un sector privado que asuma una nueva forma de entender el éxito, esto es con criterios de sustentabilidad.
En este contexto y frente a tales desafíos, “las instituciones de educación superior tienen una tarea enorme. La formación de profesionales y técnicos, tanto en pregrado, formación continua como postgrado, hoy en día debe tener un fuerte énfasis técnico y disciplinario, pero sobre todo debe contribuir a formar en competencias profesionales que podemos llamar blandas: trabajo colaborativo, creatividad e innovación, resolución de problemas, competencias digitales, ética y compromiso, pensamiento crítico y analítico, habilidades comunicacionales, entre otras. ¿Para qué? Para trabajar colaborativamente con otras disciplinas de manera de encontrar soluciones y diseñar proyectos, bienes y servicios que hagan la pelea a los desafíos emergentes”, comenta la experta de la Agencia.
Nuevas capacidades
Lo dicho hasta ahora aplica a prácticamente cualquier área del saber y del quehacer, pero en nuestro país, el sector energía es uno de los más dinámicos, más cambiante, con gran impacto en la sociedad y con inmensos desafíos tecnológicos, económicos, ambientales y sociales.
“Hoy nos enfrentamos al desafío de la electromovilidad, que debe venir aparejada con el cambio en la matriz energética, lo que a su vez implica desafíos en las tecnologías de almacenamiento y en la transmisión; y en los hogares, la domótica, la internet de las cosas requiere de inteligencia tecnológica y social para llegar a todos para un mayor bienestar. El uso eficiente de la leña, muchas disciplinas y actores deben hacerse parte para que este energético siga siendo una fuente de calefacción, pero limpia, sin los impactos en la contaminación intradomiciliaria y local, etcétera”, señala Jessica Miranda.
Hoy la formación de especialistas en el área de energía y todas las otras disciplinas que sin ser de especialidad conviven en el ecosistema deben ser capaces de abandonar cualquier sesgo y rasgo de competitividad y trabajar juntas.
En ese sentido la Agencia de Sostenibilidad Energética cuenta con un programa de asesoría curricular a instituciones de educación superior, que con un acompañamiento técnico multidisciplinario permite a los equipos curriculistas y disciplinarios hacer la reflexión sobre la oferta formativa que desarrollan, “junto con la Agencia pueden realizar procesos de actualización de manera de alinear su formación a los requerimientos del entorno, para formar profesionales y técnicos que se sumen a esta comunidad que trabaja por la sostenibilidad energética de Chile”, concluye Jessica Miranda.
Fuente: Publimetro
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